Swami Nirvichara: Otra vez era lunes, mi día libre. Una vez más, me senté durante horas a entretejer mis pensamientos y emociones para entender hacia dónde me llevaba mi vida. Una vez más, no obtuve respuestas. Todavía lo recuerdo, fue allá por los años 1990 y la vida era buena en todo sentido —comida, películas y aventura—, pero yo tenía un descontento desbordante dentro de mí, y trataba de hacer cosas extrañas para realizarme. Un día, simplemente renuncié a mi trabajo sin ninguna razón. Pero dejar el trabajo tampoco cambió nada para mí. Se necesitaron otros dos trabajos más, algunas peleas bastante malas con mi padre y mucha agitación emocional dentro de mí, antes de que mi madre me obligara a hacer el curso de lsha Yoga en abril de 1994. Y, a partir de ahí, todo se acomodó para siempre; o se descolocó para siempre.

Poco después de terminar el curso, empecé a ser voluntario todos los domingos en las clases de lsha que se impartían en Tamil Nadu en aquellos días. También vine como voluntario para el programa Plenitud (Wholeness) de 90 días con la intención de quedarme una semana; sin embargo, me quedé durante casi todo el programa. Durante ese tiempo, la revelación de las dimensiones espirituales de Sadhguru, el ver a una persona ordinaria alcanzar el Nirvikalpa Samadhi (el estado más elevado de Samadhi antes de alcanzar el Mahasamadhi), las meditaciones intensas y los momentos igualmente intensos de soledad en el ashram, siguen estando entre los mejores recuerdos de mi vida.

Cuando terminó el programa Plenitud, salí del ashram con el ardiente deseo de estar cerca de Sadhguru. En diciembre de 1994, escuché que Sadhguru invitaba a presentar solicitudes para recibir Brahmacharya. No sabía nada de este camino en ese momento, pero lo solicité para poder estar cerca de Sadhguru. El 27 de febrero de 1995, en Mahashivaratri, fui iniciado junto con otras siete personas: comenzó la gran tradición de la orden Brahmacharya en lsha.

Días de diversión con trabajo duro

No me resultó nada difícil aceptar el cambio de estilo de vida en el ashram; no importaba cuán frugalmente viviéramos, esos fueron días totalmente divertidos. Solo un puñado de nosotros, la maravillosa cocina de Patti, sin trabajo programado, el baño de barro diario en el arroyo, el paseo por el bosque, natación en el tanque de agua, críquet los domingos, regar las plantas y los árboles en flor, la construcción del «Iglú» (un lugar hecho para la sadhana) con los demás, la sadhana y los visitantes ocasionales del ashram: la vida era maravillosa y fácil.

Luego, tuvo lugar el primer programa de Samyama en el ashram en mayo de 1995 y, posteriormente, cobró cierta velocidad el trabajo de consagración de Dhyanalinga. Poco a poco, el ashram empezó a organizarse un poco más, aunque nada parecido a lo que vemos hoy, ni en escala ni en alcance. Mis responsabilidades laborales incluían ocuparme de la producción de Sathumavu (Sanjeevini) Kanji durante tres meses, así como ocuparme de los trabajos de electricidad, fontanería y pisos durante los programas, por supuesto, sin ninguna formación ni experiencia previa.

Una de nuestras actividades durante esos días era ayudar con los camiones que traían material de construcción para Dhyanalinga. Tuvimos que empujar esos camiones a través del camino lodoso desde Thanneerpandhal hasta el ashram. Los ayudantes de los camiones se bajaban del camión mientras nosotros los empujábamos, pero muchas veces se negaban a caminar detrás de nosotros por el camino resbaladizo. Así que teníamos que descargar el material nosotros mismos una vez que llegábamos al ashram. Recuerdo especialmente un incidente en el que tres de nosotros descargamos un camión lleno de piedras de Kadapa; cada una pesaba unos 10 kg.

En otra ocasión, los ayudantes que vinieron con el camión que traía sacos de cemento para nosotros, pidieron 2 rupias por saco para descargarlos. Estábamos dispuestos a pagar hasta 1,75 rupias por saco, pero no cedieron, dando por sentado que, de todos modos, no teníamos otra opción en este remoto lugar. No nos conocían muy bien: otros dos brahmacharis y yo, junto con un obrero de Dhanikandi, descargamos los 200 sacos rápidamente, para su asombro y el nuestro.

La grieta en el linga

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Fue alrededor de junio de 1996 cuando llegó al ashram la roca del Dhyanalinga. Luego, después de uno o dos meses, una noche se convocó a todos los residentes para reunirse alrededor del linga, para un proceso con Sadhguru. El linga se colocó horizontalmente sobre un lecho de arena con la parte superior del Sahasrar orientada al sur. Sadhguru le aplicó vibhuti al linga, e hizo un gran círculo con el vibhuti alrededor del Sahasrar. Nosotros cantábamos Aum Namah Shivaya con los ojos cerrados. En un punto, Sadhguru aplaudió, como normalmente hace para elevar nuestra energía.

A la mañana siguiente, cuando me acerqué al linga, noté una línea que cortaba el círculo de vibhuti que Sadhguru había hecho la noche anterior. Al mirar más de cerca, vi que la línea se extendía lateralmente, y que podía ser una grieta fina en el linga. Le informamos a Sadhguru, y vino inmediatamente conmigo para revisar. Luego le pidió a Srinivasan que le dijera a los proveedores que enviaran a alguien a revisar la grieta con más detalle. Dos días después, vinieron unos expertos de Chennai y confirmaron que la delgada grieta no se extendería más ni dañaría la roca de ninguna manera. Sadhguru nos pidió que cubriéramos el linga con una tela blanca después de que se fueron y, unos días después, construimos un techo de paja sobre el linga.

Fue solo dos años después de la consagración del Dhyanalinga, en un satsang, que Sadhguru habló de la grieta. Dijo que, para evitar que el linga se agrietara en el momento de la consagración, él lo agrietó en la etapa inicial durante un proceso, solo con una palmada. Cuando el linga fue erigido más tarde, la parte agrietada quedó en la parte posterior del linga. Ahí es donde está, aún ahora.

El vagabundeo 

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Era el 24 de septiembre de 2001, a las 7 de la noche, y me pidieron que me reuniera con Sadhguru en el santuario. Sabía lo que podía significar y, sí, en cuanto entré, Sadhguru me dio uno de sus chales largos usados y una nota que decía: «Un año. Varanasi y Kedar». Al día siguiente, salí del Bloque Triangular a las 5:40 de la mañana y encontré a Maa Gambhiri y a Swami Nisarga esperando allí con una bolsa para mí. La bolsa contenía un chal de lana, un cuenco para pedir limosna y la primera Biksha, mi próxima comida. Rasgué en tres el chal que me dio Sadhguru: una parte la utilicé como toalla, otra como dhoti y otra como taparrabos. Iba a realizar la sadhana Parivrajaka una vez más. El año anterior, en diciembre, Sadhguru me había enviado a esta sadhana por un mes.

Después de recibir el darshan de Dhyanalinga, me fui. Por un momento, experimenté la agonía de dejar el ashram durante un largo año, y me quedé sin aliento en cuanto salí del ashram. Sin embargo, esta emoción me abandonó inmediatamente para ser sustituida por preguntas: ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a comer? ¿Dónde dormir? ¿A dónde voy? Todos estos pensamientos me perturbaron solo por un día. Sabía que nunca podría volver sin completar la sadhana. Por lo tanto, sin ningún propósito, deambulé a lo largo y ancho del país. Caminé por todo tipo de terrenos, me crucé con todo tipo de personas, comí lo que me dieron y pasé por diversos problemas y sufrimientos. Incluso después de volver al ashram, la vida no volvió a ser la misma.

Primero fui a Varanasi y luego visité el Bhojpur Linga, cerca de Bhopal. Mi dhoti se rompió allí y, en el lugar donde fui a coserlo, vi un cartel de los 12 Jyotirlingas. Me emocioné al ver que había uno muy cerca. Así que visité Mahakaal en Ujjain. Fui de un Jyotirlinga a otro, y a Kedar en verano. Incluso fui a Agra para cumplir mi sueño de la infancia de ver el Taj Mahal. Realmente probé lo que era ser un sadhu errante. Hay algunos incidentes que recuerdo especialmente...

Cuando no fluyó la Oración para el Gurú (Guru Pooja)

Una mañana en el Himalaya, mientras caminaba, no pude cantar toda la Oración para el Gurú por alguna razón. No importaba la determinación con la que lo intentara cada vez, me detenía después de unos pocos versos. «El día que no pueda fluir la Oración para el Gurú dentro de mí, es mejor que salte al valle», decidí y comencé a caminar hacia el borde del camino para saltar. Inmediatamente, me inundaron los versos de la Oración para el Gurú, y sucedió sin esfuerzo dentro de mí. Esta fue la primera vez que me di cuenta de que Sadhguru estuvo siempre dentro y alrededor de mí durante ese año.

Cuando ayuda una mano imprevista

Iba subiendo a la Hemkund Sahib. El camino, cubierto de nieve, tenía apenas un metro y medio de ancho, y era utilizado tanto por los peregrinos como por los porteadores. Yo iba subiendo por la montaña. De repente, otra persona bajó con prisa. Yo estaba en el borde del camino, mirando hacia un valle y, mientras él cruzaba, mi pie resbaló por el borde. Justo en ese momento vi lo profundo que era realmente el valle. No había forma de que me librara de la caída, pero no sucedió. Fue como si una mano me detuviera. ¿Cómo? No lo sé.

Cuando la gente arroja piedras en tu camino

Justo antes de llegar a Hyderabad, caminé bajo la lluvia durante más de 10 km y me dio un fuerte resfriado y fiebre. Era Dussehra y estaban en marcha las celebraciones en la ciudad. Mientras cruzaba el lago Hussain Sagar, unos chicos me siguieron y empezaron a burlarse de mí. Como consecuencia, no conseguí un lugar para dormir hasta las 4 de la mañana, cuando dormí en las gradas de una tienda en Secunderabad durante dos horas. A las 7 de la mañana, encontré otro lugar para hacer mi kriya. Justo cuando empecé, un borracho intentó obligarme a beber su licor de bolsillo. Después de un tiempo, no pude aguantar más y comencé a llorar. Me levanté de nuevo para buscar otro sitio.

Cuando la ayuda viene en camino

Cuando estaba cruzando Adilabad, respiraba con mucha dificultad. Por suerte, encontré un médico que me atendió sin costo y me ofreció galletas esa noche. Las galletas eran algo que yo siempre tenía en el bolsillo, gracias a la generosidad de la gente. Un día, caminé más de 30 km con solo media botella de agua. Pero, en todo ese año, solo hubo tres días en los que no conseguí comida. Siempre que lo necesitaba, alguien me regalaba un chal, un suéter o una manta. Los musulmanes eran especialmente generosos y me daban comida cada vez que me veían hambriento.

Cuando golpea la agonía del hambre

Una vez, fui testigo del tormento del hambre, pero no de la mía. Creo que ocurrió en Rayastán. Había una persona caminando en dirección hacia mí en la carretera. Él parecía estar buscando comida en el borde del camino. A unos 50 metros de mí, lo vi arrodillarse para recoger algo de comer. El lugar parecía una mancha de barro desde lejos, y me pregunté qué podría encontrar allí.

Me acerqué para ver, y lo que vi me sacudió las entrañas de un modo que aún me estremece recordar. Era vómito seco, y él estaba recogiendo trozos para comérselos. En ese momento, sentí que el cielo se rompía y caía sobre mí. De alguna manera, me recompuse y lo llamé para darle mis galletas. Él no estaba en condiciones de ni siquiera darme las gracias; simplemente se sentó y empezó a comerse las galletas con las dos manos.

Unas cuantas veces durante ese año, yo también había recogido comida del borde de la carretera. La sadhana Parivrajaka no me dejó en éxtasis, ni experimenté ninguna efusión espiritual ese año. Pero el caso es que me hizo aceptar el hambre. No me moriré de hambre, seguro.

Cuando hay problemas en las fronteras

Cuando iba caminando desde el templo de Somnath hasta Porbandar por una carretera de playa en Guyarat, me detuvo una vez la patrulla de carretera y dos veces los lugareños que querían verificar que yo no fuese un refugiado de Pakistán. Me revisaron todas las pertenencias. A partir de ese momento, evité las rutas fronterizas.

Desde el Himalaya, viajé a Amarnath y luego a Pashupatinath en Katmandú, Nepal. Desde Pashupatinath, me dirigí a los estados del noreste y visité el templo de Kamakhya Devi en Assam. Como había siempre soldados de la Fuerza de Seguridad Fronteriza en la calle, me dirigí inmediatamente a Calcuta. Luego a Sambalpur, Kadapa y, finalmente, mi corazón se llenó de alegría al entrar de nuevo en Tamil Nadu.

Cuando volví a ver al maestro

Resulta que yo estaba en Salem, mi ciudad natal, el día del Mahasatsang de Salem. Esto fue después de once meses de vagar. Me quedé en el lugar, observando los preparativos. Ningún brahmachari o voluntario pudo reconocerme, excepto uno. Dejé el lugar, pero volví para el satsang al final de la tarde. Me acerqué brevemente a Sadhguru y luego me escabullí inmediatamente entre la multitud. Sin embargo, un voluntario vino detrás de mí y me dio una cena empaquetada. Solo unos años antes, había vivido en esa ciudad, en la comodidad de mi hogar. Esa noche, en la misma ciudad, dormí en las escaleras de una tienda. Y dormí bien.

El bono después de doce años de sadhana

Algunos brahmacharis fueron iniciados en Sanyas en enero de 2003; sin embargo, yo no fui uno de ellos. Aunque me molestó durante algún tiempo, luego me di cuenta de que Sadhguru sabe lo que hace. Me inicié en Sanyas en diciembre de 2006, casi doce años después de mi iniciación en Brahmacharya. En nuestra tradición, doce años de sadhana suelen ser el periodo de espera antes de la siguiente iniciación. Después de la iniciación, dejaron de existir muchas de mis ataduras y compulsiones. Lentamente, comprendí que no se trataba de un ascenso, sino de un proceso de disolución. Me he dado cuenta de que he llegado a un punto en mi vida espiritual del que no hay vuelta atrás.

Dirigir el Kalabhairava Karma

De niño, yo le temía a todo y a cualquier cosa. Es irónico que ahora esté siempre en funerales y con cuerpos que se queman. En 2011, yo fui el primer brahmachari en ser entrenado por Sadhguru en un método sencillo llamado Kalabhairava Karma. Ahora hay muchos otros brahmacharis que han sido iniciados para hacer este proceso. Realmente no percibo lo que sucede durante este proceso, pero solo sigo las instrucciones dadas por Sadhguru. Sin embargo, ser parte de este proceso a diario ha hecho que la muerte sea una parte muy cercana de mi vida. Siento que un día experimentaré realmente el juego de los seres más allá de los cinco sentidos.

Quiero vivir tanto tiempo como Sadhguru

La iluminación no es mi objetivo. Mi realización es la meta de Sadhguru y él no fallará en esto, estoy 500% seguro. No tengo que preocuparme por esto. Deseo que este no sea mi último nacimiento y deseo volver solo para estar cerca del Dhyanalinga. Cuando mi gurú ha elegido estar aquí durante otros 80 años en su cuerpo sutil, ¿cómo puedo perder la oportunidad de estar con él y que me utilice para su obra?

Nota del editor

Cada semana, compartiremos contigo los recorridos de varios de los brahmacharis de Isha en la serie «En el camino de lo divino».