En esta serie, cada mes, uno de nuestros «Brahmacharis» o «Sanyasis» de Isha, comparte sus antecedentes personales, observaciones y experiencias de lo que significa para ellos caminar este sagrado «Camino de lo Divino».

Swami Patanga: Este es un viaje desde el «Ya lo sé» hasta el «No sé NADA».

De adolescente, antes de iniciar la búsqueda de una vida más exitosa y alegre, yo estaba muy impregnado del «Ya lo sé» o del «Siempre tengo razón». Aunque, en aquel momento no lo veía como un viaje espiritual, la sed de convertirme en un mejor ser humano ya estaba ardiendo dentro de mí.

Incluso cuando estaba en el undécimo grado, tenía muy claras dos cosas que quería que sucedieran en mi vida. Primero: quería entrar en un negocio seguro. En segundo lugar, tenía un fuerte deseo de llegar a la gente. Sin embargo, no tenía ni idea sobre «¿Qué es lo que quiero ofrecer a la gente?».

sadhguru-isha-blog-article-on-the-path-of-the-divine-sw-patanga-serving-prasad

Yo era tímido en la escuela, pero, cuando entré a la universidad, sentí que había encontrado mis alas: participaba en múltiples actividades extracurriculares, era gregario y tenía muchos amigos a mi alrededor. Un día, un amigo me obligó a participar en un taller titulado: «Conseguir resultados y alimentar las relaciones». El taller me impactó y me hizo mirarme a mí mismo de una manera más profunda. Pronto empecé a ser un voluntario de la organización y comencé a recibir formación para dirigir los talleres.

En 1994, un año después de graduarme en la universidad, asociado con un amigo, creé una empresa de formación informática y más adelante amplié este negocio. Paralelamente, impulsado por mi deseo de llegar a los demás, creé una revista de noticias en la que compartíamos acontecimientos positivos e inspiradores de nuestro entorno. También realizamos talleres y simposios sobre «El humano dentro de ti», que tuvieron un impacto positivo en la gente y también profundizaron mi exposición a la vida en muchos aspectos, pero me dejaron en el peligroso estado de «Solo yo sé».

Una tormenta interior

Disfrutando de la misma sensación de grandeza dentro de mí, en 1996, entré en el programa Isha Yoga de 13 días, y también salí de él recogiendo algunas enseñanzas pero reconociendo su profundidad.

Eso fue todo. No mantuve las prácticas.

Un año y medio más tarde, llegó silenciosamente un momento de cambio, sin ser llamado. De la nada, comencé el mandala de 40 días de la Shakti Chalana Kriya y la meditación Shoonya, dos veces al día... ¡y lo completé! No sé qué pasó dentro de mí en esos 40 días...

Una tormenta, un ciclón o un tsunami.

Y en algún momento me vi arrastrado hacia la corriente llamada «Sadhguru». En muchos sentidos, desde ese momento mi vida ya no estuvo en mis manos...

En esos cuarenta días, cerré mi negocio. Hice la formación de profesor de Isha Yoga y participé activamente en la organización de clases de Isha en T. Nagar, Chennai. También tuve la fortuna de ir con Sadhguru a Kadapa para la preparación de la consagración de Dhyanalinga, y también fui al Dhyana Yatra.

Durante el Dhyana Yatra, en el cumpleaños de Sadhguru, el 3 de septiembre de 1998, me armé de valor para darle un pequeño regalo, junto con un poco de poesía. El regalo era un llavero con una inscripción de Buda, y la poesía era:

«En tu cumpleaños
¿Qué puedo darte?
¿Qué puedo darte?
Excepto lágrimas de amor y gratitud...»

¡Supe que Sadhguru usó el llavero para su coche durante algún tiempo!

Dos citas

Durante este tiempo, tuve dos citas con Sadhguru.

La primera, como una persona confundida que derramó sus emociones dispersas, sin poder dejar de lado sus propios apegos mundanos, pero queriendo venir tiempo completo a Isha y estar con Sadhguru. El mensaje que me dio Sadhguru fue: «Cuando no puedas estar en ningún otro sitio que no sea Isha, entonces ven».

La segunda vez que me encontré con él, ofrecí a sus pies una sola flor inmaculada y completamente florecida y, con lágrimas en los ojos, le insistí: «¡Solo quiero venir a Isha, totalmente!».

«MI» VIDA LLEGÓ A SU FIN

«Mi» vida llegó a su fin
El momento en el que mi Guru me encontró
No queda nada de mí o mío
Es Él, Él y solo Él
Simplemente fluyendo en la exuberancia de lo divino.

Pagar las deudas

Después de discutir algunas preocupaciones prácticas, Sadhguru me pidió que viniera a Isha de tiempo completo en diciembre de 1998.

Aunque había cerrado mi negocio, todavía tenía grandes deudas que pagar. No tenía trabajo, pero estaba en un frenesí por venir al ashram en diciembre, para lo que faltaban solo tres o cuatro meses. Hice todo tipo de cosas, desde mendigar hasta vender, pasando por trabajar como independiente y negociar, o pedir una exención del préstamo: cualquier cosa que me permitiera volver a casa, a Isha. En diciembre de 1998 ya estaba en el ashram.

Los días místicos

Fui uno de los privilegiados residentes que tuvo la fortuna de estar dentro de la cúpula para la Consagración de Dhyanalinga. Nos sentamos de cara a la pared y no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, pero todo se sentía tan místico. En aquellos días, los sucesos místicos parecían ordinarios: desde entrar en estados profundos de meditación mientras se estaba sentado frente a la roca de Dhyanalinga (que estaba tumbada), hasta ver a Sadhguru ¡en dos lugares al mismo tiempo!

Un día, cuando salí del edificio del Bloque Triangular, en dirección a Dhyanalinga, vi a Sadhguru entrando en la cabaña Shoonya; pero, cuando llegué cerca de la puerta norte de Dhyanalinga, ¡lo vi entrar en la cúpula también desde esa puerta! «¡Qué! ¿Cómo es que él está aquí también?». Pensé. Sabía que era imposible que Sadhguru llegara antes que yo. Me lo pregunté por un momento. «Debe ser algún trabajo de consagración», pensé simplemente y seguí adelante. Para una mente lógica puede parecer una alucinación, pero para nosotros esas experiencias no eran infrecuentes aquellos días.

Otra vez, recuerdo que, durante el programa Samyama, no pude dejar de cantar Aum Namah Shivaya hasta el último día. Así que, el último día antes de la sesión de clausura, estuve saltando cerca del comedor gritando Aum Namah Shivaya con los ojos cerrados. Mientras estaba en este estado, totalmente perdido, de repente algo dentro de mí me hizo abrir los ojos y detenerme. Entonces vi que, si hubiera dado un paso más, habría metido el pie en un cubo de payasam (pudín de arroz y leche) ardiente. Lo miré un momento y, sin pensarlo más, me alejé, cerré los ojos y volví a saltar y a cantar: «Aum Namah Shivaya, Aum Namah Shivaya...». Aquellos fueron unos días de locura.

En el Mahashivratri del año 2000, fui iniciado en «Brahmacharya».

La tortura de la retroalimentación

A tres días de nuestra iniciación, ya estaba de vuelta en el calendario de enseñanza. Como profesores, tratábamos nuestro calendario con la reverencia con la que uno trataría a «Dios». Toda nuestra vida giraba en torno al calendario. Cuando empezaba un curso, nos involucrábamos con los participantes, los voluntarios y las personas que nos acogían en sus casas, hasta tal punto que parecía que nuestra vida se acabaría al terminar el programa. Pero, cuando íbamos a un nuevo lugar para el siguiente programa, se sentía como si hubiéramos renacido en torno a un nuevo grupo de participantes, voluntarios y anfitriones, en sus nuevos hogares. Algunos de mis días más satisfactorios fueron cuando ayudé a enseñar los programas de 13 días de Isha Yoga.

Un aspecto de la enseñanza que me ayudó a crecer fue recibir «retroalimentación». Entre los profesores de Isha existe la cultura de la retroalimentación. La retroalimentación es sobre dónde has fallado y dónde hiciste bien; sin embargo, mayormente se trataba de dónde habíamos fallado. Los comentarios negativos me hacían infeliz y rebelde porque sostenía firmemente en mi interior que «¡Yo no puedo estar equivocado!». Llegaría a cualquier extremo para ser perfecto y no cometer ningún error. Sin embargo, en cada clase, el profesor principal siempre me señalaba las cosas que había pasado por alto: la alfombra no estaba alineada, las pantallas de las ventanas no estaban cerradas, un nombre de la etiqueta no estaba bien escrito, la lista seguía...

Cuando la felicidad se escapa

Una vez, con la ayuda de algunos voluntarios, como coprofesor organicé las clases de la mañana y la tarde en Mylapore, y la clase de la noche en Chrompet, que estaba a unos 25 km de distancia. Cada noche, al terminar la clase de la tarde, el local de la clase se utilizaba para un concierto de música seguido de una cena. Así que cada noche, cuando terminábamos la clase de Chrompet, volvíamos al local de Mylapore para preparar la sala para la sesión de la mañana siguiente. Cada vez que llegábamos allí, encontrábamos el lugar lleno de papeles, plásticos, comida y todo tipo de cosas. Así que limpiábamos todo el lugar, transformando el ambiente para que fuera propicio para la clase de yoga de la mañana siguiente. Para cuando nos retirábamos, eran alrededor de las 2:00 a. m., pero volvíamos a las 5:15 a. m. Esto duró ¡13 días!

Casi todos los días venía el profesor principal y me señalaba al menos dos o tres errores en lo que había hecho. Cada día intentaba hacer las cosas diligentemente, esperando no cometer ningún error. Pero todos los días fracasaba miserablemente, por mucho que me concentrara o me preocupara.

Una de las noches, cuando estábamos sentados alrededor de una hoguera con Sadhguru, llegó el momento de hacer preguntas. Levanté la mano y pregunté humildemente: «¿Qué es la felicidad?».

La sesión de clausura fue un sábado. Habíamos previsto un nuevo lugar con una sala más grande para los 140 participantes de las tres clases combinadas. Esta sala estaba en el octavo piso y tenía grandes ventanas de cristal. El viernes había llovido mucho hasta tarde, por lo que no pudimos montar la sala esa noche. Al día siguiente, volvimos a las 3 de la madrugada y nos encontramos con que el vestíbulo estaba inundado de agua de lluvia que había entrado por las ventanas. De alguna manera, a toda prisa, limpiamos el agua, preparamos la sala y abrimos la puerta a las 5:35 a. m. para la sesión de las 6:00 a. m.

Cuando el profesor principal entró sobre las 5:45, vio que habíamos utilizado la batería de repuesto como fuente de alimentación principal del sistema de audio. Lo hicimos porque la toma de corriente estaba un poco lejos y habíamos olvidado traer la caja de extensión. El profesor me regañó por haber descuidado esto. Ahora, mirando hacia atrás, estoy totalmente de acuerdo con él; si el micrófono hubiera fallado en medio de la sesión, toda la sesión habría sido un fiasco; pero, en ese momento, me sentí destrozado por dentro al no poder soportar sus comentarios. Organizamos una caja de extensión y la sesión de la clausura salió muy bien; pero, para entonces, estaba abatido y me preguntaba: «¿Qué es lo que me falta?».

Por suerte, inmediatamente después de la clase estaba previsto que me uniera al Encuentro de Brahmacharis. Esta vez todos fuimos a la playa de Mangalore con Sadhguru. Una de las noches, cuando estábamos sentados alrededor de una hoguera con Sadhguru, llegó el momento de hacer preguntas. Levanté la mano y pregunté humildemente: «¿Qué es la felicidad?». A Sadhguru le divirtió escuchar esto, pero, cuando observó mi estado, se mostró pensativo y me preguntó: «¿Cómo puedo definir la felicidad? Si la hubieras experimentado, lo sabrías. ¿No has experimentado la felicidad?». Dije: «¡Sí!». Entonces pasó a preguntar: «¿No eres feliz cuando ves un glorioso amanecer?». Dije: «Sí». «¿No eres feliz cuando ves una gloriosa puesta de sol?». Dije: «Sí». «¿No eres feliz cuando oyes el canto de los pájaros?». Dije: «Sí». Entonces preguntó: «¿No puedes ser feliz aunque no pase nada?». Tomé una larga pausa y sin pensarlo me encontré diciendo: «¡Sí!».

Después de esa sesión, durante muchas horas estuvimos creando alegría repetidamente sin motivo, jugando en la playa. Vi a Sadhguru observándonos desde la distancia durante mucho tiempo, antes de que se retirara a su tienda. Esta sesión, en muchos sentidos, transformó milagrosamente mi enfoque de la vida. Pasé de «trabajar para no cometer un error» a, simplemente, ofrecerme totalmente y hacer lo que se necesite. Esto me hizo estar abierto a la retroalimentación, y ahora podía ver cómo veía la situación el profesor principal. Esto me dejó libre, exuberante y agradecido.

Realizado el propósito de la vida

En 2003, se planificó el primer Mahasatsang en Chennai. Vimos esto como una gran posibilidad de llevar a Sadhguru a toda la gente de Chennai. Fue la primera vez en la historia de Isha que decidimos dar a conocer el evento de forma organizada. Como nací y crecí en Chennai, y la ciudad me era muy querida, anhelaba que me programaran para la actividad de organización del Mahasatsang. Sucedió, y me pidieron que fuera a Chennai unas 3 semanas antes del evento. Mientras viajaba, de la nada, fijé en mi interior que pondría cien carteles e inundaría la ciudad con imágenes de Sadhguru. En aquel momento, ni habíamos hecho nada parecido en Isha, ni entendía realmente qué había que hacer para conseguir tales cosas. Definitivamente, me esperaba una sorpresa.

Descubrí que la colocación de una valla publicitaria tiene tres gastos: el costo de la impresión de la pancarta flexible, el costo del alquiler de la valla y el costo de su colocación. Los precios de la impresión de la pancarta flexible y del alquiler de la valla publicitaria eran demasiado elevados para nuestro presupuesto. En un par de días, aprendí que no podíamos ni soñar con poner una valla adecuada con las donaciones que recibía la Fundación en ese momento.

Pero tras muchos malabarismos, muchas reuniones con los patrocinadores y recortar los gastos en la medida de lo posible, conseguimos colocar 112 vallas publicitarias de Sadhguru por todo Chennai. Hoy en día, colocar ese número de vallas en una ciudad tan grande como Chennai puede parecer una gota de agua en el océano, pero en 2003 sentíamos que habíamos sacudido la ciudad con esos carteles.

Instalamos una valla publicitaria de 4x3 metros en la franja central que cruza dos carriles de tráfico en una carretera principal muy transitada de T. Nagar. Había tráfico todo el día en esta carretera, y la posición de la valla era tal que cada persona que cruzaba la carretera no podía dejar de ver la foto de Sadhguru. Cuando la instalamos, sentí como si Sadhguru estuviera llegando a toda la gente de Chennai. Cuando volví del lugar ese día, me sentía tan eufórico que me colé en una reunión de revisión de los profesores, levanté las manos y declaré: «¡Yen Piravi Payanai Adainthen! (se ha cumplido el propósito de mi vida)».

Esta campaña también atrajo la atención de los medios de comunicación, y un reportero le preguntó a Sadhguru en una reunión de prensa más tarde: «¿Qué agencia publicitaria utilizó para una campaña tan elaborada?». La foto que utilizamos en las vallas publicitarias tenía a Sadhguru mirando al cielo, y se hizo tan popular que mucha gente se refirió a Sadhguru solo como «Vaanam Partha Guruji» (el Guruji que mira al cielo) durante muchos meses después.

¡Partidos de un día!

En los años siguientes, participé en el Centro de Comunicación de Isha (CCI), que entonces incluía actividades de relaciones públicas, medios de comunicación y actividades para recaudar fondos. Posteriormente, el CCI se dividió en tres departamentos, y se me dio la oportunidad de dirigir nuestro equipo de búsqueda de fondos. No solo recaudamos fondos para los proyectos y eventos de Isha, sino que también tuvimos la suerte de facilitarle a la gente el convertirse en socios de Ishanga 7%, y de organizar que la gente llevara Devi Yantras a sus casas. Los Devi Yantras no solo benefician a las personas que tienen el yantra en sus casas, sino que también contribuyen a la visión de Sadhguru de consagrar el mundo entero.

Algunos de los mayores retos de la recaudación de fondos ocurrieron cuando Sadhguru anunció megaproyectos sorpresa, como el Rally por los Ríos (Rally for Rivers, RFR). En este caso teníamos menos de sesenta días para encontrar los patrocinadores. Al principio, se formó un equipo independiente de recaudación de fondos para RFR, pero la tarea acabó volviendo a nuestro equipo; esto significó un tiempo aún menor.

Por primera vez, creamos equipos de recaudación de fondos separados en cada centro de Isha y capacitamos a los voluntarios locales para que asumieran la recaudación de fondos a lo grande. Este proyecto fue tan emocionante como un partido de cricket de un día, ¡en el que íbamos contra el reloj! Sin embargo, sabíamos desde el principio que, con Su Gracia, las cosas saldrían bien, como siempre ocurre. Solo necesitábamos entregarnos totalmente y hacer simplemente lo que fuera necesario. Toda Isha se unió para el Rally por los Ríos, e hizo que más de 140 eventos sucedieran gloriosamente. También recaudamos todos los fondos que se necesitaron para el programa y estos eventos.

Cuando se está en silencio...

Desde el primer día que vine a Isha, he escuchado a Sadhguru decirnos de muchas maneras que uno puede experimentar esta vida más allá de la mente y el cuerpo. Solo recientemente, cuando estuve en silencio durante 3 meses, me golpeó tan fuerte y me di cuenta de que «Hay otra manera de SER en lugar de vivir como una persona aturdida (borracha de tanto pensar), o como una persona encadenada por lo físico».

A los pocos días del período de silencio, tuve una experiencia de que «¡No sé nada!». Vi claramente que «REALMENTE no sé NADA». Lo que he acumulado en mi mente es demasiado escaso para ser algo. Esto me ha dejado en un estado en el que soy capaz de inclinarme ante todo y sentir una sensación de libertad y gratitud en mi interior.

Aquí escribo unas líneas que vinieron a mí en esos momentos:

¿ERES TÚ, «SHAMBHO»?

Miro a las poderosas Velliangiri
Me inclino ante todas las montañas y mesetas

Siento los rayos del siempre jubiloso Sol
Me inclino ante toda la vida agraciada por ellos

Estoy intoxicado
por la fragancia de las flores de Nagalinga
Me inclino ante toda la vida vegetal

Oigo el gorjeo de una variedad desconocida de pájaros
Me inclino ante todo el reino animal.

Probando la miel, que la abeja trae
Me inclino ante todos los insectos.

Oh, Vidas humanas compañeras
Me inclino ante cada una de ustedes...

Inclinarse o simplemente ser...
Me libera de los grilletes de lo físico
Me llena de felicidad y gratitud.
Preparado para abrazar la vida aquí y ahora...
¿Eres TÚ, «Shambho»?