Hagamos cósmica la corrupción
En el espacio de esta semana, Sadhguru habla sobre la corrupción y de cómo el núcleo de la corrupción es la identificación limitada: «Todo el proceso espiritual consiste, simplemente, en llevar a un individuo de una identidad limitada a una posibilidad que lo incluya todo... aquí no hay nada que sea “yo” o “mío”. Si uno se vuelve meditativo, si uno se vuelve un devoto, es incapaz de ser corrupto».
Querido Sadhguru, a medida que asciendo a una posición de poder, ¿cómo puedo evitar corromperme por él?
E l poder no corrompe, las personas son corruptas. Cuando se empoderan, se vuelve súper visible. Cuando el microscopio no está sobre ellas, no lo ves. Pero alguien que no es corrupto no se volverá corrupto.
Primero, entendamos qué es la corrupción. Si hay algo llamado «yo» y hay algo llamado «tú», ha empezado la corrupción, porque lo que soy «yo» es más importante que lo que eres «tú». Tan pronto llega el «yo», vendrá «lo que es mío» y «lo que no es mío». Tan pronto llega el «esto es mío» y el «esto no es mío», la corrupción se profundiza. Si te apegas mucho a «lo que es mío» y «lo que no es mío», entonces se vuelve algo bien establecido. Así continúa.
Por eso, todos estos años, he estado diciendo: «¡Hagamos cósmica la corrupción!». La naturaleza de quien eres es tal que tienes que identificarte con algo. Si te identificas solo con el cuerpo, un nivel de corrupción. Cuando te casas, te identificas con dos cuerpos: la corrupción multiplicada. Cuando se convierte en dos, la corrupción se vuelve un poco más grande; la gente puede ver la conspiración. La familia es la primera forma de corrupción. No estoy hablando en contra de ella, solo te lo estoy diciendo. De repente, «lo que es nuestro» y «lo que no es nuestro» se vuelve importante. Luego viene la comunidad, la nación, la raza, la religión... diferentes niveles de corrupción.
En esencia, la corrupción significa que, en cualquiera que sea el acto de bienestar que realice un ser humano, está excluyendo a alguien. Si tú tienes algo, quieres darle un poco más a esta persona y un poco menos a esa persona. Esto es corrupción. La cuestión es si es una forma de corrupción socialmente aceptable o no. Por ejemplo, si a tus hijos les pasa algo, vendrán mares de lágrimas. Sin embargo, cuando otros niños están en las calles, sin ropa ni comida en el estómago, y no te sale ni una lágrima, eres corrupto. Si te hacemos primer ministro, tu corrupción será denunciada en los medios de comunicación. Ahora mismo, no vale la pena denunciar tu corrupción, porque no tiene muchas consecuencias para otras personas. Cualquier cosa que tú empoderas se convierte en una dimensión de corrupción más grande. Pero no esperes a convertirte en primer ministro y, luego, comprobar si eres corrupto o no.
La mayor parte de la corrupción en el planeta se debe a que te identificas con algo limitado. La identidad limitada es corrupción. Si haces que tu identidad sea solo contigo, robarás a la persona que esté a tu lado. Si haces que tu identidad sea para tu comunidad, harás cosas por tu comunidad a costa de alguna otra comunidad. Si te identificas con la nación, harás cosas buenas por tu nación a costa de otra nación. Eso no se percibe como corrupción, pero es corrupción. La corrupción no es falta de moralidad. La corrupción es, en esencia, una identidad limitada.
Todo el proceso espiritual consiste, simplemente, en llevar a una persona de una identidad limitada a una posibilidad que lo incluya todo, no solo en su intelecto sino en su experiencia. Cuando dices: «Soy un devoto», significa bien sea que «me he disuelto» o «estoy dispuesto a disolverme». No hay nada aquí que sea «yo» o «mío». Por eso nos esforzamos tanto en llegar a la gente poderosa del mundo. Si uno se vuelve meditativo, si uno se vuelve devoto, es incapaz de ser corrupto.