C uando pronunciamos la palabra «hogar», evocamos recuerdos de comodidad, compañía y amor. Para la mayoría de las personas, aunque han vivido en diferentes hogares a lo largo de sus vidas, el más importante parece ser el hogar en el que crecieron. Probablemente esto se deba a que, desde la niñez hasta la adolescencia y la edad adulta, nuestras percepciones y perspectivas de la vida cambian mucho más dramáticamente que en cualquier otra fase de la vida. Es una etapa en la que exploramos diferentes formas de experimentar nuestro entorno. Por lo tanto, el ambiente del hogar que nos sostiene y nos nutre en este periodo de nuestra vida naturalmente se queda grabado en nuestra mente de una manera mucho más profunda que muchas otras cosas que podríamos ver y experimentar más adelante.

Necesitas aprender a incluir y aceptar, si no a todo el mundo, al menos a esas pocas personas que son tu mundo.

Todavía recuerdo vívidamente los diferentes hogares en los que he estado desde una edad temprana. La casa de mi abuelo era una especie de residencia feudal con una historia de varias generaciones detrás de ella. Era espaciosa y emanaba poder. Casi todo lo que pasaba en esa región pasaba desde esta casa. El hogar de mi padre, por el contrario, era un hogar de tranquilidad, comodidad, compañía y amor, pero sin grandes acontecimientos. Luego atravesé la India en mi moto. Casi todo el tiempo, excepto por algunos días cuando acampaba en algún lugar, simplemente tocaba la puerta de alguien y decía: «Tengo hambre». Me daban de comer y me iba, o me pedían que me duchara y descansara allí. Generalmente, ni siquiera querían saber mi nombre, ni yo tampoco les preguntaba quiénes eran. Aun así, había una relación fantástica. Pasábamos algunas horas juntos, dormía allí y, a la mañana siguiente, me iba. De diferentes maneras, estas experiencias cultivaron mi propia comprensión de un hogar.

Construir un hogar es una necesidad humana fundamental. A diferencia de otras criaturas que están en gran parte equipadas para vivir sus vidas desde el momento en que nacen, nosotros necesitamos mucha formación para convertirnos en seres humanos plenos. Es la incubadora que llamamos "hogar" la que nos cultiva para convertirnos en humanos. El aspecto más importante de esta incubación es a inclusividad. Un hogar es un lugar que nutre a las pocas personas que viven y crecen en él. Al mismo tiempo, se convierte en un hogar porque sus puertas están abiertas para muchos más: familiares, amigos, socios y cualquier otra persona con quien los residentes puedan tener algún tipo de relación. Por supuesto, algunos vienen para quedarse, en particular los yernos y las nueras. A veces, vagabundos como yo se cuelan dentro y fuera. Soy una persona sin hogar, en muchos sentidos. La mayor parte del tiempo vivo en las casas de otras personas, no en la casa que construí. Cuando la vida me incapacite un poco más, tal vez me quede en casa.

He estado en hogares con más de cuatrocientos familiares. Puede que ellos no supieran los nombres de todos los demás, pero más o menos sabían quiénes eran. Generaciones de personas solían vivir bajo un mismo techo. Las personas nacían, crecían, se casaban, se reproducían y morían en la misma casa. Pero ya no; cada generación se muda a un nuevo hogar. Por diversas razones, las personas se trasladan con frecuencia en la actualidad, lo cual no ocurría hace algunas generaciones, cuando las sociedades eran predominantemente agrícolas y la movilidad era limitada. Nuestros estilos de vida, nuestras situaciones laborales y el mundo en general son muy diferentes hoy en día. Las estructuras físicas y la estética pueden haber cambiado, pero el valor fundamental de lo que define un hogar sigue siendo el mismo. Un hogar debería nutrir una dimensión más profunda de inclusión. Necesitas aprender a incluir y aceptar, si no a todo el mundo, al menos a esas pocas personas que son tu mundo.

En última instancia, un hogar es un espacio que se supone que te vuelve hacia adentro y te permite experimentar que solo hay un hogar, el cual está en el interior.

Las personas que viven con nosotros no son exactamente como queremos, y nunca lo serán. Si aceptas eso, serás capaz de conocer la vida más allá de lo que piensas sobre ella. Un hogar debería formarte para la vida, para que cuando salgas al mundo seas mucho más inclusivo. Vivir con otros te da la oportunidad de aprender a aceptar muchas cosas. Pero, a medida que aumenta el nivel de educación, pierdes la capacidad de dejar que alguien traspase tus límites. Si alguien llega a tocarte, o bien está acabado, o bien tú estás acabado. Este es el tipo de cultura hacia la que nos dirigimos. Somos afortunados de que en esta generación todavía tengamos una cierta dimensión de inclusión. Se nos inculcó en nuestros hogares, donde las vidas de nuestros hermanos, amigos y familiares se superponían a las nuestras de muchas maneras, y eso estaba perfectamente bien.

Aunque la mayoría de los hogares del mundo están construidos para la comodidad, el compañerismo, el amor y la unión, en la India teníamos un elemento especial en ellos. Hubo un tiempo en el que cada hogar estaba consagrado. Se consideraba verdaderamente negativo y descuidado que las personas vivieran en un espacio que no ofreciera la atmósfera necesaria para el bienestar, el crecimiento y el florecimiento interior. Por lo tanto, cada hogar tenía un espacio consagrado. Hoy, vestigios de eso todavía están allí, aunque mucho ha cambiado en las últimas generaciones. La habitación de pooja de mi bisabuela, por ejemplo, era la habitación más grande de la casa. Allí ella cantaba, bailaba, lloraba, reía y hacía todo tipo de cosas. Mi abuela redujo la habitación de pooja a la mitad del tamaño. Cuando mi madre se instaló en otro hogar, la habitación de pooja se volvió un poco más pequeña que un baño. Y cuando mi hija instaló su casa, la habitación de pooja se convirtió tan solo en un estante en la pared.

Ante mis ojos, el valor de lo Divino se redujo en estas cuatro o cinco generaciones: desde la habitación más grande de la casa hasta un estante en la pared. Estoy seguro de que, en la próxima generación, el estante también desaparecerá. Esto ha sucedido porque, de ser capaces de transformar la energía de un espacio de forma poderosa a través de la ciencia de la consagración y, en consecuencia, transformar vidas, con el tiempo, bajamos a formas muy básicas, cuyo significado no fuimos capaces de explicar a la siguiente generación. Naturalmente comenzaron a rechazar lo que no tenía sentido para ellos. Hace algunos cientos de años, tu sacerdote, tu erudito, tu gurú o tus escrituras pensaban por ti. Hoy en día, muchas personas piensan por sí mismas. Si piensan con claridad o no es otra cuestión, pero al menos piensan por sí mismas.

No es la opulencia de la estructura sino la inclusión de las personas lo que crea un hogar.

Una vez que empiezas a pensar por ti mismo, no puedes aceptar nada que no sea lógicamente correcto, no importa qué tipo de autoridad lo diga. Estamos transformando el mundo: de que las autoridades sean la verdad a que la verdad sea la autoridad. Esta es una buena transición, pero el espacio intermedio puede ser un lugar estéril. Esto se refleja en nuestros hogares, donde muchas cosas que solían representar nuestra herencia, historia y cultura —muchos objetos que cuentan historias que no todo el mundo es capaz de interpretar correctamente—, están siendo desechadas por la siguiente generación porque no tienen sentido para ella. Esta es la naturaleza del intelecto: disecciona todo. Si quiero conocerte, la disección definitivamente no es la mejor manera, pero eso es lo que hace continuamente el intelecto. Muchas cosas pueden no tener ningún sentido lógico, pero puede que tengan mucho sentido en la vida. Las personas, las cosas y las estructuras que forman parte de tu hogar no tienen por qué tener un sentido lógico, pero significan el mundo para ti.

Los hogares tienen que convertirse en espacios de incubación que alimenten la consciencia de que, en última instancia, el único hogar que un ser humano puede conocer realmente está en su interior. Si no te das cuenta en esta vida de que el hogar supremo está dentro, entonces el único hogar que conocerás será la tumba. Que algo no tenga sentido lógico para ti no significa que no deba existir. Esta es una comprensión hacia la que un hogar nos conduce constantemente. Lo que le gusta a una persona, le disgusta a otra y viceversa. Aun así, como vives en el mismo hogar, aceptas eso. No tienes que intentar que te guste. Aprender a vivir con cosas que no te gustan es una gran lección en la vida. Un hogar nos lleva a un lugar. Si quieres que todo y todos sean cien por ciento como crees que deberían ser, nadie querrá estar cerca de ti.

En mis esfuerzos por consagrar tantos hogares como sea posible, creamos la energía necesaria que te permite darte cuenta de que no son las paredes, la decoración, los olores, los sonidos y el sabor lo que define un hogar en particular. En última instancia, un hogar es un espacio que se supone que te vuelve hacia adentro y te permite experimentar que solo hay un hogar, el cual está en el interior. Ese hogar no es ni tuyo ni mío. Si miras hacia adentro, te vuelves superinclusivo. Es solo al identificarnos con nuestro cuerpo y mente que tenemos límites definidos de «tú» y «yo». Si te vuelves hacia adentro, habrá un profundo sentido de inclusión en ti. Un hogar debe cultivar esa inclusión. No es la opulencia de la estructura sino la inclusión de las personas lo que hace un hogar.

Amor y gracia,

   

Nota del editor

En este video Sadhguru explicva tres maneras de eliminar energías negativas de tu casa .