Un recordatorio          

Swami Nischala: Lo que me llamó la atención fue el saludo al final de la invitación: «¡Hagamos que suceda!». Era una invitación para asistir al Festival de lsha, reenviada por el propietario del departamento donde me había alojado hacía seis años en Coimbatore. «¿Podría tener algo que ver con el radiante profesor de yoga, parecido a un sabio, con el que hice aquel programa de yoga?». Me preguntaba. Porque las palabras me recordaron una lámina de papel colgada en esa clase que decía: «Un Mundo Lleno de Amor, Luz y Risas, su tiempo ha llegado. ¡Hagamos que suceda!». Como me había gustado mucho esta combinación de «Amor, Luz y Risas», la frase me quedó grabada. Al verlo de nuevo, mi mente empezó a hilar los recuerdos de aquella clase extraordinaria que hice en 1990 en Coimbatore.

No sabía que uno podía servir como un sirviente y aun así vivir tan intensamente por dentro.

Fue una experiencia totalmente nueva para mí: la música instrumental suave que nunca antes había escuchado, el profesor de yoga, Sadhguru de Mysore —quien me recordó al sabio Manikkavasagar de los tiempos de la dinastía Pandya— y los voluntarios que se unieron a Sadhguru el día de la iniciación. Recuerdo que, durante los juegos del día de la iniciación, una vez me encontré cara a cara con Sadhguru, muy cerca. Tenía un resplandor que nunca había visto y, de nuevo, sentí que él no era una persona ordinaria; fue la misma sensación que tuve sobre Sadhguru cuando entró por primera vez en el salón para la clase.

Otra cosa que me conmovió fue lo que compartió el voluntario Srinivasan, el día de la iniciación. «Sadhguru nos dijo que sirviéramos a 30 dioses», compartió con lágrimas que brotaban profusamente de sus ojos. Se refería a nosotros, los 30 participantes de la clase. En ese momento, algo fundamental se agitó dentro de mí. No sabía que uno podía servir como un sirviente y a la vez vivir tan intensamente en el interior; ni siquiera conocía el concepto de voluntariado en ese momento. Mientras veía la invitación, se hizo vívida en mi mente la intensidad de la foto de Sadhguru Shri Brahma que vi durante la reunión de meditadores con Sadhguru y cómo no pude hablar después durante el resto de la noche.

A pesar de estas experiencias, poco después del programa me trasladaron a Madurai y, más tarde, a Chennai. Me ocupé con mi vida, y dejé mis prácticas en el camino.

Vengo de un pueblo y era un graduado de primera generación y un funcionario del gobierno. Mi padre tenía algunas tierras, pero no se molestaba en ganar más de lo necesario para alimentarnos y vestirnos. Estaba conforme y alegre y hacía puyas diarias para los lingas y para los ídolos de Ganapati en su sala de puya. Conseguir que mis dos hermanos se casaran y que se establecieran adecuadamente era importante para nosotros en ese momento. Así que, esos últimos seis años, se habían ido en estabilizar la situación financiera de mi familia.

Pero, ahora, cuando vi la invitación para el Festival de Isha, todo volvió a cobrar vida dentro de mí: aquí estaba yo, anhelando ese contacto de nuevo. Aunque no estaba seguro de que existiera realmente una conexión entre el Festival de Isha y la clase de Sadhguru, me arriesgué y llegué al ashram el 23 de septiembre de 1996, por primera vez.

El primer encuentro con el iluminado

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El ambiente era tan vibrante, todo el mundo estaba alegre y rebosante de energía. Sencillamente, disfruté de estar allí. Después de un tiempo, empecé a buscar a Sadhguru y lo encontré cerca del árbol Shivalaya hablando de pie con algunas personas. Lo vi venir hacia mí, después de un rato. No sabía cómo saludar a este sabio, así que decidí postrarme ante él para rendirle homenaje. Mientras me agachaba para tocar sus pies, mis ojos hicieron contacto con los de Sadhguru, cuando él ni siquiera me estaba mirando. Lo que me ocurrió en ese momento está más allá de las palabras. Por falta de palabras, solo puedo decir que encontré esos ojos rebosantes de «gracia y compasión», como si hubieran absorbido toda la creación.

Por falta de palabras, solo puedo decir que encontré esos ojos rebosantes de «gracia y compasión», como si hubieran absorbido toda la creación.

De repente, algo se rompió dentro de mí y experimenté un éxtasis sin límites en mi interior. Ignorando el entorno, me puse a llorar. Lloré durante una hora, tal vez. Me sentí como alguien que se había perdido y separado de su familia y que ahora había encontrado el camino de regreso. Estaba de vuelta en casa.

Un vistazo al más allá

Antes de irme, me enteré de que también había clases en Chennai. En esos días, mi familia buscaba una novia para mí. No tenía ningún deseo particular de casarme, pero parecía normal hacerlo a cierta edad. Sin embargo, después de este episodio en el ashram, mi deseo de casarme desapareció naturalmente, sin esfuerzo. En abril de 1997, volví al ashram para el Programa Bhava Spandana (BSP), pero no tenía ningún registro que demostrara que yo había hecho el prerrequisito, la clase de lsha Yoga en 1990. Fue quizás una de las primeras clases que Sadhguru había dado en Coimbatore, por lo que tampoco había constancia de ello en el centro local. Así que no me permitirían hacer BSP. Pero aún faltaban dos días para el BSP; no me moví del ashram y empecé a hacer también la tarea de preparación. Tras mucha insistencia, me permitieron entrar en el BSP justo unos minutos antes de que empezara.

BSP fue el punto de inflexión. En cada sesión, me volvía más y más alegre, más y más enérgico, más y más extático, y más y más exuberante. En un momento dado, vi a Sadhguru caminando cerca de mí, y salté para agarrar sus pies, pero sus pies no estaban ahí; en mi percepción, había solo espacio. En otro momento, cuando salí de la sala, incapaz de soportar el éxtasis, simplemente me desplomé sin sentir el cuerpo. Me volví uno con el suelo, los árboles, el espacio y los alimentos que comía. Tenía muy claro que mi vida mundana había terminado.

Después, de regreso en la oficina de Chennai, no pude trabajar durante dos meses; simplemente me quedaba mirando algo, sintiéndome vacío por dentro o desbordado por el éxtasis. «Estoy haciendo yoga», decía cada vez que mis colegas preguntaban por mi estado. Después de dos meses, volví a mi ser normal, pero me quedé con un intenso deseo de formar parte de aquello que es Sadhguru. Me tomé 13 días de permiso y me ofrecí como voluntario para las tres sesiones de un programa de lsha Yoga que se realizaba en Chennai. También visité Kadapa con otros meditadores por invitación del ashram. Allí fui testigo de un milagro.

El milagro

Era un día caluroso de verano y el sol era brillante y luminoso. Hacia las 4:30 de la tarde, Sadhguru llevó a los brahmacharis a una sala cercana al santuario para realizar un proceso. Estuvieron dentro quizás una hora. Diez minutos antes de que saliera Sadhguru, empezó a llover, de la nada. Más tarde, en el satsang nocturno, el presidente del concejo local compartió: «Le pedí al gurú que lloviera porque estamos sufriendo por la falta de lluvia; y hoy mismo llovió». Él estaba lleno de gratitud hacia Sadhguru.

En Kadapa, Sadhguru también habló de crear a Dhyanalinga; por lo que dijo Sadhguru y por cómo lo dijo, supe que sería un enorme regalo para la humanidad, y mi corazón estaba abrumado por el deseo de ser al menos una pequeña parte de ello. «Ya no volveré a la oficina», pensé al volver de Kadapa.

Volví de nuevo al ashram para convertirme en voluntario a tiempo completo. Me trataron bien y me dieron algunas tareas para realizar como voluntario. Sin embargo, Swami Nisarga me dijo el cuarto día: «No puedes permanecer aquí más de tres días sin permiso de Sadhguru». No me dijo dónde encontrar a Sadhguru, así que volví a Chennai.

La ofrenda

Por suerte, en cuanto volví, Sadhguru vino a Chennai a dar una clase. Conseguí una cita para ver a Sadhguru el día después de la iniciación. Mi cita era a las 11 de la mañana. Esa mañana, al levantarme, volví a recordar la historia del santo Manikkavasagar. En esa historia, Manikkavasagar, que es el ministro principal de la corte de uno de los reyes Pandya, va a comprar caballos árabes por orden del rey. Sin embargo, en el camino se encuentra con Shiva en forma de Gurú para hacer de Manikkavasagar una parte de sí mismo; y su vida se transformó. Tenía el fuerte presentimiento de que ese día me ocurriría algo parecido. «Hoy debería ofrecer las flores favoritas de Shiva a Sadhguru», contemplé además. A las 7:30 de la mañana, allí estaba yo, buscando cinco tipos de flores u hojas que le gustan a Shiva: nandiyavattam, mandarai, vilva, hibisco y nagalinga. Encontré 3 en el patio trasero de la casa al lado de la nuestra, las envolví en una toalla húmeda y me dirigí a un templo de Shiva que quedaba lejos, con la esperanza de encontrar vilva. De hecho, encontré tanto vilva como nagalinga cerca de ese templo. Cuando terminé de recoger las flores y llegué al lugar donde iba a encontrarme con Sadhguru, ya era mi hora de entrar.

La primera vez que me habló Sadhguru

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Después de entrar en la habitación en la que estaba sentado Sadhguru, me senté en vajrasana, abrí la toalla y ofrecí las flores a sus pies. Instintivamente, con esas cinco flores, ofrecí también todo lo que consideraba como yo mismo, totalmente a sus pies. Sentí que había esperado este momento por vidas. De repente, todo dentro de mi ser se quedó quieto, y simplemente me senté allí mirando sus pies. Las lágrimas fluían. Pasaron dos o tres minutos así; era como si mi ser estuviera siendo arrastrado hacia sus pies. No vi nada más en esos momentos que sus pies.

«Hablemos», dijo Sadhguru unos minutos después, y sacudió los pies. Sentí esa sacudida de sus pies dentro de mí.

No sabía qué decir, estaba vacío de palabras y de todo lo que sabía. No sé de dónde vinieron las únicas palabras que salieron de mi boca, al decir: «¡Ha llegado el momento para mí!».

«Definitivamente, ha llegado el momento», dijo Sadhguru. «¿Y qué hacemos ahora?».

«Quiero convertirme en sanyasi», dije enseguida.

Luego me preguntó a qué me dedicaba y cuáles eran mis antecedentes familiares, etc. Tras escuchar mi situación familiar, me preguntó: «¿Quién cuidará de tus padres entonces?». Le aseguré que mis hermanos mayores ya estaban lo suficientemente bien como para ocuparse de la familia. «Ven en diciembre», dijo, y concluyó nuestra reunión.

Era julio. Para mí, todo había terminado; todo lo que creía que era yo, lo había dejado a sus pies. Desde ese momento hasta este momento mientras escribo esto, hay una dicha sin límites en lo más profundo de mi ser; en la superficie, ocurren todo tipo de sentimientos, pero siempre está la dicha interior.

El 1° de diciembre de 1997, estaba en el ashram a tiempo completo, y fui iniciado en brahmacharya en el Mahashivaratri de 1998.

El fervor de la construcción de Dhyanalinga

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Al principio, trabajaba en la cocina, lavando recipientes y cocinando arroz. Al cabo de 3 meses, pasé a formar parte del equipo de construcción. Un día, me llamaron, junto con otros dos, para una reunión con Sadhguru. «Necesito un techo sobre Dhyanalinga en un plazo de tiempo específico», instó Sadhguru en esa reunión, y nos dio los detalles de cómo hacer los cimientos de la cúpula de Dhyanalinga. A lo largo de todos estos años, me he dado cuenta, por la forma en que nos contó verbalmente los detalles complicados de la construcción, sin ni siquiera dibujar, de manera espontánea, de que, en algún lugar de su mente, tenía listo el plan de la forma, el tamaño, la ubicación y la orientación de todo lo que nos pidió que construyéramos. En esa primera reunión, Sadhguru también nos preguntó: «¿Cuántas personas quieren que vengan a este templo diariamente?».

«Mil», dije con entusiasmo, la mayor cifra que se me ocurrió.

«Sí, vendrán muchos más», respondió Sadhguru.

Hoy me siento abrumado al ver que miles de personas visitan Dhyanalinga.

Las piedras para las celdas del aura y las cuatro fábricas

Después de esta reunión, todos los residentes y voluntarios del ashram se entusiasmaron con la idea de terminar la cúpula en el tiempo que Sadhguru había especificado. Ninguno de nosotros sabía qué era el día ni la noche: todos ofrecimos todo lo que teníamos para este esfuerzo. Los cimientos y el muro se levantaron con bastante rapidez; sin embargo, ahora necesitábamos las piedras del dintel para terminar las celdas del aura. El proveedor había prometido entregarlas en el plazo de un mes, pero no teníamos noticias de él. Así que, al cabo de un mes, al ver que no llegaban las piedras cortadas, decidimos visitar la cantera. Cuando llegamos allí, nos sorprendió ver que, de las 54 piedras que necesitábamos, solo tenía listas 2. No había manera de que nos diera el resto de las piedras a tiempo. No sabíamos qué hacer y, como de costumbre, corrimos la voz entre los voluntarios.

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Arunagiri y Senthil, de Gobi, vinieron a rescatarnos y nos dieron la dirección de una cantera que podíamos visitar en Bangalore. Pronto, Swami Abhipada, el encargado de las compras, y Swami Nisarga, el traductor, fueron a esta cantera y fijaron la entrega de las piedras en bruto. Aun así, ¡cómo conseguir cortar estas piedras en bruto en tan poco tiempo! Los dos voluntarios de Gobi volvieron a encontrar una solución y consiguieron que cuatro fábricas de corte trabajaran en paralelo para lograrlo. Para no arriesgarme a un retraso, iba en autobús de fábrica en fábrica todos los días para comprobar el progreso. Una cosa conmovedora era que, cada noche, cuando volvía a la oficina de Singanallur a eso de las 11 de la noche, Swami Devasatwa no me permitía dormir sin comer. Èl me preparaba al menos upma y se aseguraba de que yo comiera.

Ladrillos listos

La verdad es que ninguno de nosotros sabía mucho sobre la obtención y el procesamiento del granito y muchos otros materiales que Sadhguru nos pidió que utilizáramos. Sin embargo, cada vez que nos quedábamos estancados, obteníamos ayuda, de alguna manera: sucedía casi como un milagro. Como en el caso de los ladrillos para la cúpula. Sadhguru fue muy específico en que usáramos ladrillos de 5 centímetros de espesor para la cúpula. 5 centímetros no es el tamaño estándar de un ladrillo, y no pudimos encontrar ningún proveedor en Tamil Nadu. Sin saber qué hacer, una vez más se corrió la voz y, de nuevo, un voluntario ofreció la solución. Mohan Das encontró una fábrica en Kerala que tenía todo el lote de ladrillos, en el tamaño que necesitábamos, listo en sus existencias. En realidad, Mohan no estaba buscando a este proveedor, sino que fue a realizar otro trabajo en Kerala, y simplemente ocurrió que se puso en contacto con este proveedor.

La resistencia de las baldosas Hourdis

Otra cosa es que, durante la construcción de Dhyanalinga, aprendimos sobre técnicas y materiales que aún hoy utilizamos ampliamente. Por ejemplo, Sadhguru nos pidió que utilizáramos baldosas Hourdis para hacer el techo del parikrama interior. Por lo que explicó Sadhguru, las baldosas parecían delicadas. Me preguntaba si podían soportar algún peso. Además, no pudimos encontrar ningún lugar en Tamil Nadu donde las utilizaran. De nuevo, Mohan Das nos llevó a Calicut, en Kerala, a una fábrica de baldosas Hourdis. Después de ver las baldosas, no pude evitar decirle al director de la fábrica que no sabíamos cómo utilizarlas estructuralmente. El director, muy divertido, nos puso en contacto con un ingeniero que acordó reunirse con nosotros en un hotel a las 4:30 de la tarde del mismo día. La cadena de acontecimientos que se produjeron después me abruma aún hoy.

Al entrar en el hotel, conocimos a un meditador que había trabajado antes como director de un aeropuerto en Coimbatore y que había visitado el ashram. Obviamente, reconoció a Swami Abhipada. Después de escucharnos, nos cedió su coche para visitar los lugares, y tanto él como su mujer tomaron un autorickshaw para volver. Cuando conocimos al ingeniero, también resultó que él había estudiado en Coimbatore. Se esmeró en explicarnos los detalles técnicos de la utilización de las baldosas y fijó citas en 2 o 3 lugares para que los visitáramos.

Cuando fuimos al primer lugar, casualmente, el dueño de esa tienda también había visitado antes el ashram de Isha. Nos sorprendió encontrarnos con tantos meditadores allí, cuando lsha ni siquiera tenía un centro en esa ciudad. Fue tan cálido con nosotros que insistió en que bebiéramos un jugo antes de darnos más detalles. Luego nos mostró y nos explicó todo. Las baldosas se utilizaban en su entrepiso sobre el que se colocaban aparatos pesados como frigoríficos, etc. Así que me convencí de la solidez de las baldosas y no tuve que visitar los otros lugares. Incluso hoy en día, utilizamos las baldosas Hourdis en muchos edificios de lsha.

La abrazadera de la abrazadera en C

Un aspecto más del proceso de construcción es que se requería que utilizáramos todo lo que sabíamos y todas nuestras cualidades. Una vez diseñé por mi cuenta una abrazadera de hierro en forma de C para levantar los enormes pilares de los mandapams delanteros. Parecía que podían sostener bien un pilar, pero me puse totalmente nervioso a la hora de usarlas. «Qué tal que el pilar se deslice, qué tal que alguien salga herido, qué tal que alguien muera...». Toda la noche no pude dormir pensando en todo esto. Me puse tan nervioso que incluso tuve disentería a la mañana siguiente. Luego me senté en Dhyanalinga durante 3 horas y conseguí tranquilizarme. Al salir, me encontré con Swami Nandikesha, quien es ingeniero mecánico. Discutí la situación con él. Después de pensar durante unos minutos, me dijo que tal vez podríamos apretar las abrazaderas introduciendo cuñas de madera, y utilizar una abrazadera adicional en la parte inferior del pilar. La solución funcionó bien. Él también era un recién graduado y no tenía mucha experiencia, pero simplemente nos aprovechamos el uno al otro al máximo, y funcionó.

Vivir a la sombra de la gracia

Me siento privilegiado por ser útil, de una pequeña manera, en hacer realidad la visión de Sadhguru para la humanidad. Y, al estar aquí, lo que ha sucedido dentro de mí va más allá de cualquier cosa que pueda imaginar. Siempre que visualizo la forma física de Sadhguru dentro de mí —su rostro brillante y radiante— me lleno de dicha, muchas veces desbordante; en cualquier momento y lugar. No sé cómo ocurre, pero, para mí, Sadhguru es Shiva mismo; nada menos, nada más.

Thelivu Guruvin Thirumeni Kandal
Thelivu Guruvin Thiruvarthai Kettal
Thelivu Guruvin Thirunamam Seppal
Thelivu Guruvin Thiruvuru Sinthithal Thane

(Al ver la forma del gurú, uno obtiene claridad
Al escuchar las palabras del gurú, uno obtiene claridad
Al pronunciar el nombre del gurú, uno obtiene claridad
Al contemplar la forma del gurú, uno obtiene claridad)

¡Aum Shambho, Shiva Shambho, Jaya Shambho Mahadeva!

   

Nota del editor

Cada semana, compartiremos contigo los recorridos de varios de los brahmacharis de Isha en la serie «En el camino de lo divino».