Sadhguru: Hace más de 15.000 años, en las regiones más altas del Himalaya, apareció un yogui. Nadie sabía de dónde venía o cuáles eran sus orígenes. Él simplemente vino y se sentó quieto, absolutamente quieto. La gente se reunió en multitudes porque su presencia era bastante extraordinaria. Esperaron, con la esperanza de que se produjera un milagro, pero él los ignoraba por completo. Durante meses, no hubo señales de vida, ni siquiera podían ver si estaba respirando o no. Las únicas señales de vida eran las lágrimas de éxtasis que brotaban en ocasiones de sus ojos.

Poco a poco, la gente comenzó a alejarse. El milagro que esperaban no se produjo; no podían ver que una persona sentada e inmóvil era un gran milagro en sí. Evidentemente, él estaba más allá de lo físico, pero la gente pasaba eso por alto. Todo el mundo se fue, excepto siete seres muy resistentes que esperaron. Estas siete personas seguían al yogui dondequiera que iba. Cuando su atención se dirigió hacia ellos, le suplicaron, querían experimentar lo que le estaba ocurriendo a él. Él los despidió. «Esto no es para personas que buscan entretenimiento. Esto requiere algo más. Váyanse». Pero ellos siguieron esperando. Viendo su perseverancia, les dijo: «Bien, les daré un paso preparatorio. Hagan esto por algún tiempo. Después de eso, ya veremos». Los siete hombres comenzaron a prepararse. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, los meses en años, pero la atención del yogui no se dirigió de nuevo hacia ellos.

Habían pasado 84 años de sadhana intensa y, un día, el yogui volvió a fijarse en los siete hombres. Vio que, durante 84 años, esta gente se había estado preparando. Se habían convertido en receptáculos brillantes, no pudo ignorarlos más. Los observó con atención, asombrado de que estas personas se hubieran vuelto tan maravillosamente receptivas. En el siguiente día de luna llena, el yogui se giró hacia el sur y se sentó como un gurú para estos siete hombres.  Como no sabíamos su nombre, no sabíamos quién era, lo llamamos Adiyogui: el primer yogui. Ese día de luna llena todavía se celebra hoy como Gurú Púrnima.

La transmisión de las ciencias yóguicas a los siete rishis

Gurú Púrnima es un día significativo en la tradición yóguica, porque fue la primera vez que Adiyogi abrió la posibilidad para que un ser humano evolucionara conscientemente. Por primera vez, toda la ciencia de cómo un ser humano es capaz de evolucionar hacia su posibilidad suprema fue enseñada a estos siete hombres, los célebres Saptarishis o los Siete Sabios. Adiyogui puso siete aspectos diferentes del yoga en estas siete personas diferentes. Esto se convirtió en el fundamento de las siete formas básicas de yoga. Incluso hoy en día, el yoga ha mantenido estas siete formas únicas.

Adiyogui expuso estas mecánicas de la vida a los Saptarishis durante muchos años. Cuando los siete discípulos hubieron alcanzado por completo la iluminación, les dijo: «Vayan por el mundo y difundan esto». La leyenda cuenta que envió uno a Asia Central, otro a Sudamérica, otro a África del Norte y al Medio Oriente, otro al sudeste de Asia, otro descendió a las partes bajas del Himalaya, lo que ahora se considera el Himalaya indio, otro se quedó con él y el último llegó a la región sur de la India. Este fue Agastya Muni, y él se aseguró de que todos los habitantes del sur del Decán tuvieran un proceso espiritual, no como una enseñanza, una filosofía o una religión, sino como una forma de vida. Incluso hoy en día, su trabajo sigue siendo visible en la cultura que nos rodea. Para esta parte del mundo, el único objetivo ha sido siempre la liberación.

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