El siguiente pasaje fue tomado del legendario programa Plenitud, que se llevó a cabo en el naciente Centro de Yoga Isha en 1994. Aquí, Sadhguru cuenta la historia de Nachiketa, recogida en los Upanishads, y habla sobre la intensidad, un aspecto fundamental de la espiritualidad.

Sadhguru: Se supone que Nachiketa fue el primer buscador en el mundo; tal vez, el primer buscador significativo. Uno de los Upanishads comienza con él. Nachiketa era un niño pequeño. Su padre hizo el voto de realizar un «yaga», un ritual sagrado en el que todas las posesiones materiales que tienes —incluidos tu esposa, tus hijos, tu casa, todo— las tienes que entregar como «dana» a todos los rishis, los brahmanes y demás personas. Entonces, alcanzarás la dicha espiritual. Este es un dispositivo que alguien estableció según la tradición.

Así que algunas personas hacen este voto para el logro espiritual. El padre de Nachiketa hizo este voto y regaló todas las vacas enfermas, las propiedades inútiles y todo lo que no quería —lo que era una carga de un modo u otro—, e hizo un gran alarde de ello, pero conservó todo lo demás que realmente necesitaba, incluidos sus dos esposas y sus hijos. Nachiketa se dio cuenta de esto y se sintió muy dolido. Vio que su padre no estaba siendo sincero. Su padre había hecho el voto de regalar todo para alcanzar la dicha espiritual, pero ese hombre estaba haciendo trampa como todos los demás. Así que Nachiketa fue a ver su padre y le habló de esto. Era un niño pequeño, de unos cinco años; físicamente tenía cinco años, pero tenía una madurez tremenda.

Cuando eres como Nachiketa, no necesitas un camino. Ya está aquí. No hay adónde ir. Está claramente aquí.

Nachiketa le dijo a su padre: «Lo que has hecho no está bien. Si no querías dar todo, no hubieras hecho el voto. Ya que hiciste el voto, más vale que lo des. Tienes que darlo todo. Dime tú, ¿a quién me vas a entregar?». Su padre se enojó y dijo: «Te voy a entregar a Yama». Yama es el Señor de la Muerte. Entonces, el niño se lo tomó muy en serio y se preparó para ir donde Yama, y fue. No empieces a pensar en términos de «¿Cómo pudo haber ido?, ¿con el cuerpo o sin el cuerpo?». Ese no es el punto. Él fue.

Yama no estaba allí. Había salido de visita. Él hace visitas a domicilio. Así que había salido a hacer visitas. Nachiketa esperó durante tres días. Un niño pequeño, sin comida, sin agua, esperó en la puerta de Yama. Después de tres días, Yama regresó y vio a este niño pequeño totalmente hambriento y cansado, pero completamente decidido. Él simplemente estaba sentado allí, sin moverse. Ni siquiera había ido a buscar comida aquí o allá. Tan solo estaba sentado allí, esperándolo. Así que Yama quedó muy conmovido por la determinación de este niño que había esperado durante tres días sin nada. Entonces, dijo: «Es estupendo que hayas esperado durante tres días. ¿Qué es lo que quieres? Te concederé tres deseos. ¿Qué deseas?».

Lo primero que dijo Nachiketa fue: «Mi padre tiene una codicia extrema. Ahora mismo, él quiere posesiones materiales. Así que bendícelo con todas las posesiones materiales que pueda tener. Haz que se convierta en un rey». Bien, el deseo fue concedido. El segundo deseo que pidió fue: «Quiero saber qué tipo de karmas, qué tipo de yagas tengo que hacer para alcanzar la iluminación». La literatura védica siempre habla en términos de yagnas y yagas. Toda la literatura es así; todo está en términos de yagas y yagnas. Así que Yama le enseñó lo que tenía que hacer.

Luego, Nachiketa le preguntó: «¿Cuál es el secreto de la muerte? ¿Qué sucede después de la muerte?». Entonces, Yama respondió: «No, esta pregunta la retiras. Puedes pedirme lo que quieras. Pídeme un reino si lo deseas. Te lo daré. Riquezas, si las quieres, te las daré. Todos los placeres del mundo te los daré». Él continuó ofreciéndole: «Qué quieres, dímelo; todos los placeres del mundo te los daré. Tómalos, pero esta pregunta la retiras». Nachiketa dijo: «¿Qué haré con todos ellos? Ya me lo has dicho: todas estas cosas son pasajeras. Ya he comprendido que toda actividad, todo aquello en lo que la gente se involucra, no tiene sentido. Simplemente, parece estar allí. No es la realidad. Entonces, ¿qué sentido tiene que me des más riquezas? Solo serán una trampa para mí. No quiero nada; solo responde mi pregunta».

Yama intentó evitar esta pregunta de muchas maneras. Dijo: «Incluso los dioses no conocen la respuesta a esta pregunta. No puedo dártela». Nachiketa dijo: «Si es así, si los dioses no conocen esta respuesta y solo tú la sabes, entonces, definitivamente, debes darme la respuesta». Él siguió insistiendo. Así que, una vez más, Yama lo dejó allí y se fue a hacer visitas durante varios meses. Él solo quería evitar a este niño de alguna manera. Quería deshacerse de él, pero el niño se quedó allí durante muchos, muchos meses. Y se dice que, justo en el umbral de los dominios de Yama, alcanzó la iluminación plena. Él obtuvo las respuestas de todo lo que tenía que saber sobre la existencia y se disolvió. Fue el primer buscador. Y siempre se le utiliza como el mejor ejemplo. Un niño de cinco años con ese tipo de determinación, que no se dejó tentar ni por un chocolate, ni por una visita a Disneylandia ni por nada. Él quería eso y eso es todo.

Cuando una persona es así, no necesita un camino para ella, porque el final está aquí mismo. No está en la cima de las colinas Velliangiri. Solo cuando no está aquí, está en las colinas Velliangiri y tenemos que subirlas lentamente. Cuando eres como Nachiketa, no necesitas un camino. Ya está aquí. No hay adónde ir. Está claramente aquí. Ahora, el propósito de hacer todo lo que estamos haciendo aquí es para crear la intensidad. Ese anhelo debe volverse tan fuerte, tan poderoso, que Dios no pueda mantenerse alejado y lo Divino ya no pueda eludirte. No es que lo Divino intente eludirte, sino que esta mente y este ego intentan filtrar la realidad ante tus ojos de millones de maneras. Nos juegan millones de trucos.

Sin intensidad no hay transformación

Ya sea que sigas el camino del karma, gnana, kriya o bhakti, es tu intensidad la que te mantiene andando, no el camino en sí. Ninguna práctica ni kriya servirá de nada si no hay intensidad. En cambio, cuando hay intensidad, las prácticas tienen el poder de llevarte a una dimensión diferente.

No es la kriya como tal la que te transformará: es tu intensidad. Cuando tienes esta intensidad, la kriya es un tremendo apoyo que la potencia cada vez más. Ese es todo el propósito de hacer las prácticas. Sea cual sea el camino que sigas, por sí sola, la práctica no hará que tes des cuenta de nada a menos que tengas intensidad.

Si amas a alguien a medias, no hay amor. O es al 100 % o es cero. Si crees que puedes amar a alguien al 99 %, no has conocido el amor en absoluto. Lo mismo ocurre con cualquier tipo de acción. Si no realizas tu acción al 100 %, no tiene sentido. No va a producir nada maravilloso. A lo sumo, te servirá para conseguir comida. A menos que tu acción sea al 100 %, no puedes transformarte. A menos que tu kriya sea al 100 %, no puede transformarte. A menos que tu amor sea al 100 %, no puede transformarte. Puede ser un dispositivo para obtener algo, como un sistema de trueque, pero, en términos existenciales, no sucede nada.